Tantas veces he naufragado
entre las sombras de la noche,
que ya formo parte indisoluble
de las paredes rocosas del acantilado.
Desde allí, sin quererlo,
me he convertido
en testigo invisible
del paso de mi existencia.
Por eso se que llegará otra noche,
y el filo resplandeciente
dibujado por el faro,
rasgará con la precisión
de las manos de un cirujano
las turbulentas aguas
que arrastrarán de nuevo a mi barco
a los abismos tenebrosos
y oscuros de la nada.
Y como cada nuevo sueño,
no quedarán restos de mi naufragio
que puedan ser encontrados,
ni se oirán mis gritos silenciosos,
aprisionados en una botella de cristal
que navega a la deriva
dejándose acariciar por las corrientes.
Solo la sonrisa violeta de la mañana
y el guiño cómplice del alba
harán revivir a mi agotado corazón;
y el abrazo apasionado de los vientos del oeste
me preparará para una nueva muerte,
que irremediablemente acaecerá
navegando con el mismo barco de siempre,
en los mismos mares y con las mismas
corrientes de siempre,
pero con una luna diferente.
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© 2012– texto y fotografía.- José Ignacio Izquierdo Gallardo
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