Desvestimos a la noche deseada.
Deslizamos como lobos
hambrientos
la cremallera de nuestras
vergüenzas
y dejamos al desnudo
la anhelada terquedad de
nuestros cuerpos.
No nos importó que la lluvia
cegara nuestras pieles
ni que la oscuridad
doblegara nuestras mentes
hasta convertir nuestros
sentidos
en figuras de cartón piedra.
No nos importó que el alba
nos encontrara entre las
sábanas
del mañana,
y acariciara nuestras sienes
con gestos de complacencia.
Deshojamos la noche lentamente,
disfrazando nuestros silencios
como fuegos de artificio,
y dejamos flotar nuestra
respiración
entre los espacios infinitos
de esta habitación imaginada.
Somos el olvido
que borra los recuerdos caducos
de nuestras vidas no vividas.
Somos el ángel que extermina
los rostros desconocidos
que se pasean con prestancia
por este lugar de paredes
desconchadas,
de farolas de luz apagada,
de calles desiertas,
y de oscuridades con olor a
sangre y a miedo.
Deshicimos la noche poco a
poco,
brindando con el elixir
que solo nos permite recordar
el futuro;
y nos sentamos a esperar la llamada
de los dioses de la mañana.
Somos tiempo a contratiempo
de una mirada buscada
que sabe que los recuerdos y
los adioses
pretenderán que solo andemos
por los caminos yelmos
de nuestras soledades.
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© 2012– texto y fotografía.- José Ignacio Izquierdo Gallardo
1 comentario:
Sí, somos tiempo a contratiempo.. gracias José Ignacio.
Un abrazo
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