Recuerdo
las calles empedradas
y el eco
de las voces
inundando
cada rincón
de las
plazas semidesnudas.
Recuerdo
el reflejo
de la luz
de las farolas
sobre los
viejos adoquines
que
adornan
la
estrechez de sus callejuelas
abrazadas
por la lluvia
de este
invierno inacabado.
Recuerdo
el ronco sonido
de las
campanas de las iglesias
anunciando
el paso
de los
tiempos detenidos,
mientras
nos dejamos acariciar
por los
fríos vientos del sur
que
salieron al encuentro de nuestras almas.
Recuerdo
el sabor
de los
instantes presentes
que se
convirtieron
en pretérito
perfecto.
Recuerdo
el olor de la tormenta
en una
copa de vino,
e incluso
recuerdo
la luz de
tus palabras
que se
fundieron con mis versos.
1 comentario:
Muy bello. Concha
Publicar un comentario